lunes, 17 de enero de 2011

Noches de inversión e invención contra la crisis

Un grupo de gente, en un figón de la noche sevillana, en torno a quehaceres poéticos varios, puede tener diversas vertientes. Empero, a pesar de esa multiplicidad de ápices posibles, podrían sobresalir, digámoslo así, dos principales. Uno, el ocio lúdico y poético. Otro, quizá el menos romántico de ambos, sería el puramente comercial. Todos los negocios en el ámbito del ocio, de la cultura, del arte, terminan con beneficios o pérdidas en su cuenta de resultados, y todos superviven o desfallecen despendiendo de eso. Una fábrica de libros, como es el caso, aunque pequeña e independiente, una editorial, Cangrejo Pistolero Ediciones, no sólo busca deleitar a sus lectores con productos finos, vaya por caso el libro ilustrado, o el libro artesanal, sino que además indaga en los vericuetos del sector para que emerjan sus beneficios, evitando el fantasma de la crisis comercial. Sin embargo, la conjunción de ambas vertientes parece ser la fórmula idónea para que la columna de beneficios no se desvanezca y el público en general disfrute con el producto resultante: ¿no es esto la piedra angular del éxito empresarial?
      La reunión de que hablamos es aquella que todos los jueves, desde marzo de 2008 hasta abril de 2010, ha tenido lugar en el figón El Perro Andaluz, en torno a la editorial hispalense Cangrejo Pistolero Ediciones. Ya en la primavera de 2006, otro garito de la noche sevillana, Platea, sita en Alameda de Hércules, se constituye en punto de partida de las noches del Perro. Antonio García Villarán y Nuria Mezquita de Haro, ambos integrantes, por aquella época, de la “Carolain Band”, agrupación musical de vanguardia, hoy convertidos ya en editores, tienen la iniciativa de mezclar música y poesía sobre un escenario. Con el transcurso del tiempo, esa iniciativa desembocaría en una realidad más estructurada y comprometida con un público variopinto: las noches del Perro. Pero, por aquel entonces, aún no se había manifestado en ellos la vena comercial. No tardaría, empero, más de dos años en aparecer y desarrollarse.
      Aseguran los expertos que lo uno, el deleite, conduce a lo otro, el éxito comercial, y viceversa. Ambas realidades van, digámoslo así, de la mano. Pero no siempre tiene lugar esa correspondencia. A veces, el éxito puede estrangular al deleite, mientras otras veces es el propio deleite el que puede no hallar salida comercial. El público es el que, al fin de todo, tiene la última palabra. No obstante, hay determinado tipo de público que por escasez formativa o sensibilidad estrecha no puede, no sabe, apreciar lo distinguido. Entonces, ¿cómo lidiar con ese riesgo, cómo sopesar lo elevado y lo popular, lo estético y lo rentable?
      En la década de los ochenta, España vive una afluencia de cantautores que ponen patas arriba la escena musical y cultural, como también ocurriera en los sesenta, combinando poesía y música, siempre con el carácter popular de las letras como telón de fondo: Joaquín sabina o Joan Manuel Serrat, por ejemplo, son los primeros en elevar el nivel de la canción de autor con versos bien estructurados y, al mismo tiempo, bajar del Olimpo aquella poesía clásica sólo apta para académicos y entendidos en la materia; luego vendrían el canario Pedro Guerra y el madrileño Ismael Serrano a continuar con esa línea de fusión creativa entre ambas disciplinas artísticas.
      De todo ello bebe el Cangrejo Pistolero cuando organiza las noches del Perro. Una tradición que ha encontrado su caldo de cultivo, a veces, en la protesta, o en la situación social, otras veces en la coyuntura económica y política de España. Forma de hacer arte esta que grita a los cuatro vientos lo que no gusta a sus autores, lo que ellos piensan, lo que ellos sienten, sin alejarse demasiado de lo clásico, sobre todo en lo que respecta al medio de expresión, la palabra escrita, pero sin renunciar a lo vanguardista, en la forma de plasmar tales palabras. Así, el Cangrejo Pistolero, va tejiendo su red de éxito basada en los dos ápices fundamentales que ya hemos comentado: deleite y visión comercial.
      ¿Pero cómo hace esta editorial para combinar tan bien ambos parámetros? En principio, los libros que edita son obras de arte en sí mismos: llegan a ser, incluso, artesanales. Por otra parte,  que un local de la noche sevillana se atiborre de gente a la que la poesía gusta como cualquier otro ocio o deleite cultural, ya sea música, teatro, visita a museos, asistencia a salas de cine, etc., no deja de ser singular; éxito este, más que nada, debido al dinamismo de sus recitales y al buen hacer de sus recitadores. No es lo mismo recitar que leer, no es lo mismo, tampoco, escribir para ser recitado que hacerlo para ser, simplemente, leído. Tal vez en esto resida otra característica fundamental en la manera de hacer de esta editorial: seleccionar aquellos textos que dan bien para ser recitados, no sólo introspectivamente leídos. Además, el público asistente a las noches del Perro es el mismo que, luego, adquirirá los libros del Cangrejo. Este público los ha oído recitados, los ha leído conforme ha ido percibiendo las palabras auditivamente, y ha podido visionar sus escenificaciones en lo alto de una palestra.
      El mundo del libro es, históricamente, homogéneo; un mercado en el que lo que siempre ha primado ha sido la austeridad y los altos vuelos; sin embargo, la realidad es ahora bien distinta con iniciativas como la del Perro: una forma diferente de acercar la poesía, el arte, la cultura, al público, y que, después de todo, reporta pingües beneficios.
      El mercado de la edición en España, en Andalucía, ha sufrido, por otra parte, un cambio drástico en lo que se refiere a la apertura a nuevas forma de expresión, a nuevos talentos. Mezclar poesía de calidad con música y escenificaciones igualmente óptimas, en la órbita de la literatura más joven e irreverente, puede atraer a un público que, hasta entonces, sólo se daba a consumir obras clásicas, de autores reconocidos, a los que el sistema a tratado bien desde tiempos inmemoriales por razones diversas: premios conseguidos, que no siempre se ajustan a la calidad de la obra en sí, sino que están mediatizados por intereses económicos y políticos; publicidad, a veces, engañosa, o no tan exhaustiva como pudiera esperarse de este o aquel otro libro; el Discurso de Valores Dominantes, que también se transparenta en la literatura, y su máximo voceador, el capitalismo recalcitrante en que vivimos, que lejos de dictar justa sentencia a los responsables de los ministerios de cultura de tantos países, parece dictar las normas a seguir sin tener demasiado en cuenta las consecuencias de su proceder, etc.  
      Pero de tal entramado lúdico y mercantil no siempre surge lo esperado. Ocurre en pocas ocasiones, pero ocurre, que un ente cualquiera, Cangrejo Pistolero, por ejemplo, decide dar la patada al recipiente de ese discurso del que unas líneas más arriba hablábamos, para pechar con la responsabilidad del cambio, tanto cultural o artístico como mercantil o institucional, por el bien, en este caso, de los amantes de la literatura, de la poesía, del arte en general, que son los mismos que consumen estos productos de la inteligencia y la sensibilidad humanas y que ayudan con sus inversiones a que la industria del libro no sólo no decaiga en tiempos de crisis, como los actuales, sino que, además, crezca, y todo por adaptarse a una nueva realidad, innovar lo ya existente y no homogeneizar a nadie con lo que aún está por venir.         

No hay comentarios:

Publicar un comentario