martes, 14 de diciembre de 2010

La realidad relativa (apunte sobre Rayuela, de Julio Cortázar)


El 28 es, para nosotros, el capítulo rector de Rayuela. Hay un retorno a Juan Ramón, un retorno a Keats: “¿no ves cuán necesario es este mundo de penas, desventuras para enseñar a la inteligencia y convertirla en alma?”. Oliveira es Juan Ramón.
      Arranca todo de un puro centro: verdad y bondad no son buenas, verdad y bondad son buenas. Quiere decirse: admisibles. Oliveira parte de la inseguridad, no auxilia, no consuela (Rocamadour ha muerto: la Maga está afligida), no le dice lo que los demás ya le han dicho.
      Fascinante, pues, la tesis de Oliveira: la realidad –Valle Inclán lo predijo– es esperpéntica. Aquello que en verdad tiene sentido no es real, lo que nos circunda, lo que nos sucede, sino algo que está del lado de allá, como la sinrazón: su opuesto nos zancadillea. Hay, de este modo, un cruce en la escala de valores. Mientras los del club deliberan acerca de cuestiones filosóficas, ontológicas, teleológicas, metafísicas, etc., lo real, lo real materializado, es que hay un cadáver que proviene de una desconocida realidad (¿la muerte?) en la habitación. Esto es lo circundante. Si le damos importancia, nuestro centro se tambalea. No somos, por ello, inhumanos, en todo caso seríamos unos inadaptados. Transgresores, si se quiere. Al principio era lo inmediato y lo mediato. Ejemplo: derecha e izquierda; mientras nosotros estamos a su izquierda, ella está a nuestra derecha. Dos realidades distintas, y no una indistinta. Los versos de Juan Ramón a este respecto, (Te deshojé, como una rosa/para verte el alma/y no la vi), son ilustradores.  
      El mejor capítulo de Rayuela, sin lugar a dudas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario